lunes, 19 de agosto de 2019

La noche que soñé que estaba muerto


En rigor de verdad, no sé si fue una noche o una mañana. Nunca se sabe un sábado, menos un 17 de agosto, tan cargado de significados para mi. Hace 30 años, por primera vez en la vida, me rasuraba la cabeza y comenzaba esos ciclos particulares de "Eldo Lape" que me llevaron a lugares a veces impensados.

Pero vamos a lo que nos concierne, para eso están los títulos y este dice que ya estuve muerto, al menos en sueños. "Te alargaste la vida", opinó mi hermana más chica cuando le conté. Pero no, uno le alarga la vida cuando sueña que otro está muerto. "El que sueña que se muere, se muere", dijo alguien, que no nombraré por mala onda. Tampoco. No soñé que me moría -para su infortunio alguna vez me pasó y acá estoy, vivito y coleando- Soñé que estaba en pleno ejercicio de la muerte, que es bien distinto.

Trataré de recordar hasta el mínimo detalle, porque creo que duró muy poco. Después, me parece, que aparecí atravesando otras adversidades.


Si tuviera que temporalizarla, diría que es presente continuo, sin pasados ni futuros. Intentaba recordar, pero no había nada que pudiese traer a la memoria. Quería saber si me había dolido el morirme, pero nada, ninguna imagen, sensación o atisbo de cómo había ocurrido. Nada que ver con aquel "río del eterno retorno" que imaginé en otro sueño

La muerte es como una vida boba: Estar por estar, no más.

Si tenía cuerpo, no tengo la certeza, aunque en algún momento me pareció verme los zapatos y una escoba, probablemente en mis manos. A lo mejor se trataba del purgatorio, porque bien se sabe la fobia que le tengo a los zapatos y a barrer.

Yo, que tengo en el haber de mi familia dos muertos que resucitaron o al menos eso creen, debo decir que no vi como ellos un túnel y una luz -en el caso de mi tío, que retraté en el "De cómo una noche hice tratos con el diablo"- ni los deudos anteriores que salían a recibirme; ni tampoco flotar sobre mi propio cuerpo, como el caso de la segunda de mis hermanas, cuando apenas tenia 23 y casi se la lleva una hemorragia, pariendo a su hija.


Nada, mi muerte era absolutamente estúpida: Ser y estar en un 'no lugar' sin tiempo y sin espacio, sin recuerdos ni expectativas. Capaz que como la vida misma.

Aburrida, eternamente aburrida; despiadadamente aburrida, diría con palabras de vivo. Pero no había nada de eso en mi sueño, son especulaciones posteriores. La inmanencia misma, cerrada sobre si, pero sin cuerpo.

No dolor, no placer, no pasado, no futuro (el futuro era el presente mismo), no angustia, no alegría. Solo una cosa que aún me llama la atención, la curiosidad -capaz que es un defecto profesional-: Saber cómo había sido. Nada mas.

Lamento decepcionar a quienes lean este relato, pero así fue, ni más ni menos; pero fue una experiencia al menos novedosa, singular. Después me enredé en otros sueños/pesadillas, de amores y esas cosas que le suceden a la gente que no sueña que está muerto.

Pero, por las dudas que el mala onda tenga razón, les cuento cómo fue, no sé si otro se animará o podrá contar esta experiencia


Agosto 19/19