sábado, 11 de febrero de 2012

Un pequeño paseo por Coyoacán


Diciembre 23. Invierno en Coyoacán, en el DF mexicano. Se parece más bien a una tardecita de otoño en Buenos Aires, aunque con muy pocas hojas secas en los árboles. El sol se cuela entre el follaje mientras avanzamos en el auto. Es temprano o acaso tarde, según nos lo permitan los sentidos. El cambio cultural de las comidas -a destiempo para los argentinos,-pues se come a las 3 pm- y el clima –los inviernos no son muy fríos-, lo confunden todo.


La calle ancha, la esquina azul eléctrica, los toques color ladrillo con ventanales y puertas verdes. Allí vivieron Diego y Frida. De afuera no parece tan grande, pero adentro los espacios se multiplican y la casa transporta a un mundo de discusiones artísticas y políticas que comenzaron más o menos en los '30. Es la famosa Casa Azul, (en la esquina de Londres y Allende, en pleno corazón de Coyoacán) color con que se contagiarán otros puntos de la ciudad.

"Yo soy maestra mexicana", dice mi ocasional guía en la taquilla y se enorgullece que en su país esos ámbitos estén abiertos por un costo mínimo o gratis para los docentes.


La casa perteneció a la familia Kahlo desde 1904 y en 1958 se convirtió en museo. En esta casa nació, vivió y murió Frida Kahlo. Dentro de su recámara se encuentran las cenizas de la emblemática (y bigotona) pintora.



Los espacios internos, la intimidad de las habitaciones, está vedada para las fotos cuando se recorre. La obra de Frida Kahlo permanece allí en las paredes rústicas, plasmando de tanto en tanto su sufrimiento. El corset que la acompañó desde su accidente se multiplica. Frida se repite en el interior y no será hasta llegar al patio cuando se haga presente Diego de Rivera. Y los pensamientos de ambos. En cada rincón hay retazos de la cultura de los pueblos originarios de esta parte del mundo. Jarrones, esculturas, hasta una réplica de una pirámide.


"Señora Frida Kahlo, alias la más preciosa chiquitita que es más que mi vida", dice Diego frente a un plato de abundante comida, que se exhibe en una postal de las tantas distribuidas en el frondoso jardín de plantas tropicales.


"Muchas veces me simpatizan más los carpinteros, zapateros, etc., que toda esa manada de estúpidos, dizque civilizados, habladores, llamados gente culta", dejó escrito Frida, que posa en una foto sentada frente a la barriga prominente de Diego que la mira casi con devoción y una mano en el bolsillo.

Muy cerca de la Casa Azul, casi a la vuelta (de hecho habría sido a la vuelta, cuando Coyoacán era “las afueras” del DF) está la casa-Museo León Trotsky. La casa donde vivió en su exilio en México, la casa donde lo mataron. La casa que todavía guarda sus cenizas y en la que se pueden ver sus libros, su cama, su cocina y algunas prendas que aún cuelgan del perchero en el baño.


Coyoacán, cuyo nombre deriva de los coyotes, es una de las dieciséis delegaciones del Distrito Federal, ubicada justo en su centro geográfico, en la planicie del Valle de México.

Es un barrio bohemio, pero también es un fuerte referente de la izquierda. Hoy es reducto de intelectuales pero también destino popular los fines de semana. Allí conviven las mezcalerías (ese delicioso trago oaxaqueño, el del gusano) con los restaurantes de comida uruguaya. Hay varios cafés “El Jarocho” pero también Starbucks. Hay artesanías de lo más variadas, coloridas y de diferentes regiones de México y también hay librerías con las novedades del momento.

Es una zona bohemia pero con una de las calles más caras de todo el DF: la elegante Francisco Sosa, por momentos empedrada, sobre cuya trama se ven portones enormes que cubren lo que se avizoran como mansiones.

Posee una gran infraestructura cultural y turística. Allí tienen sus sedes instituciones educativas como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma Metropolitana. También alberga recintos tan importantes como el Museo Nacional de las Intervenciones, el Anahuacalli (o museo-estudio de Diego Rivera), el Centro Cultural Universitario y el Museo Nacional de la Acuarela.



Cae la tarde, los abundantes adornos navideños le dan un toque especial a las calles. El nacimiento de Cristo es una de las fechas a las que los mexicanos le dan singular importancia. Cierra el año de celebraciones que comienzan para la fecha de la Independencia, con el “grito”, el 15 de septiembre; prosiguen con Día de Muertos, el 2 de noviembre, y culminan con la Navidad. Piñatas de cinco puntas llenan las calles y las plazas de la ciudad, aunque deberían tener siete picos. En todo el país sucede algo similar. "Son los siete pecados capitales", me explican. Intentan dejarlos atrás con el nacimiento y para ello las llenan de dulces y las rompen el 25 de madrugada. No entiendo muy bien lo de los siete pecados y las cinco puntas de las piñatas, pero quién soy para discutir lo que apenas estoy conociendo...

También el centro histórico de Coyoacán es un barrio intelectual y bohemio de la capital mexicana, pero conjuga en cada esquina la tradición y la fe.


Frente a la plaza principal se replican los colores de la casa de Frida y Diego. Librerías, bares, restaurantes de comida típica forman alrededor de esa manzana de innumerables ligustros que asemejan a un laberinto.


Numerosos personajes públicos mexicanos y extranjeros, entre artistas, intelectuales y políticos, han tenido su residencia en Coyoacán o en sus barrios. Todo tiene un aspecto especial. Entra la noche y con ella el deseo de degustar un buen plato mexicano. Podrían ser tacos, de las tantas variedades que se ofrecen, incluso en la calle.


Una rueda de carne invita a pasar en Pepe Coyote. Es con la que se preparan los famosos “tacos al pastor”. El cocinero va sacando tiras de carne de puerco del inmenso trompo que luce en la vereda y le agrega un pedazo de ananá que se cuece arriba. Adentro, junto a música en vivo, se replican en un mural que podría haber pintado Diego Rivera, numerosos personajes que fueron vecinos ilustres del lugar.


El aroma de la masa de maíz de los tacos lo invade todo. Es especial, con insinuaciones dulces. Pido una cerveza. Me proponen una michelada (con limón y salsa Tabasco) pero no me animo. Hace apenas unos días que estoy y la salsa picosita (verde, roja, con palta, sin ella) me parece demasiado, la dejo para aderezar los tacos, con apenas un toque. Quizá mañana, quizá... Me dejo tentar por un Tanque de cerveza tirada. ¿Será mucho? me pregunto. Pero puede ser insuficiente para apagar el incendio de los chiles.


Nos dedican una canción, cantada en vivo por los mariachis que van de mesa en mesa. Pido otra cerveza y se hace la hora de la retirada. Afuera, Coyoacán sigue su ritmo y se van apagando sus voces. En la calle, el tranvía con turistas que recorre sus calles contando sus intimidades, terminó su último recorrido. Habrá que esperar hasta mañana o quizá, el próximo viaje a México, para saber un poco más.



Gustavo Senn

Michelada: La preparación es muy sencilla, basta con escarchar un vaso (poner sal en el borde), añadir jugo de limón, hielo (opcional), agregar las salsas y finalmente verter la cerveza. Salsas usadas: salsa picante, salsa inglesa, salsa tabasco, jugo sazonador, chamoy e incluso una mezcla comercial de jugo de tomate y ostión.

Comidas: El desayuno se puede prolongar hasta pasada la media mañana y contiene de todo tipo platos combinados con un café de sabor fuerte pero de color pálido. La compañía puede ser el tradicional pan tostado, jamón, queso, pasando también por platos más suculentos: desde los chilaquiles (hechos con tortilla seca, en salsa roja o verde, con pollo o huevos fritos), las enfrijoladas (tortillas bañadas en frijoles negros refritos) hasta los tacos de barbacoa ( preparados con cordero tan cocido que se deshebra). La cena es apenas caída la tarde y hay innumerables platos típicos para degustar. La mayoría condimentados fuertemente. Pero se puede comer a cualquier hora del día en puestos callejeros o pequeños lugares que brotan al costado de la calle.

Coyoacán: Al momento de la conquista, Coyoacán formaba parte de la esfera de influencia de México-Tenochtitlan, que se proveía de agua dulce en los manantiales coyoacanenses. Después de la Conquista se estableció ahí el primer ayuntamiento y sede del gobierno novohispano. Durante el siglo XIX fue escenario de numerosos enfrentamientos entre facciones mexicanas y contra los invasores extranjeros. En el Porfiriato fue adquiriendo su carácter de barrio acomodado, a costa del desplazamiento de los habitantes originarios. En él vivieron, de manera estable u ocasionalmente, además de Diego y Frida, que consiguieron asilar allí a León Trotsky; el célebre escritor Gabriel García Márquez, el muralista David Alfaro Siqueiros, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari y más cerca en el tiempo, la cantante Lila Downs.