jueves, 23 de abril de 2015

Odio a Galeano


Leiste bien, no es oda a Galeano, es odio a Galeano.

Primero creí que lo quería, pero no. Después pensé que lo envidiaba -envidia sana, supuse al principio- Pero no, no hay envidia sana.

Ahora que no está, me di cuenta que lo odiaba.

Por haberme robado las cosas que pensé, aún cuando yo no las había pensado. Porque cuando se me viene algo a la mente que me parece ocurrente, al poquito tiempo (sigo teniendo la mala costumbre de leerlo, a mi pesar) me doy cuenta que él lo había pensado y encima, de una manera más linda, más sutil, exageradamente poética, por decirlo de algún modo.

Por eso también lo odio, por no decir las cosas de forma convencional, sino por valerse de muchas artimañas para enredar las palabras y hacer que no suenen altisonantes, sino más bien sencillas. Pero nada hay de sencillo en ellas.

Y también por hablar de esa manera sugerente -tan parecida a sus textos- que hace que lo ordinario se parezca a lo bello. No tiene derecho (o no lo tenía). No se puede andar filosofando todo el día y respondiendo como si la vida estuviera hecha solo de pensamientos profundos. ¡Hasta para putear, lo hacía sin hacerlo!

Porque escudándose en un recorte de diario le dijo "traidor" al Che y no solo salió vivo para contarlo, sino que el comandante lo miró y estalló en carcajadas.

Porque fue "el mejor de todos" jugando a la pelota, en sueños, aunque fuera un patadura. Si no hubiese sido yo el dueño del 'fulbo', ni siquiera hubiese jugado.

Porque en ese mar de fueguitos que dice que le dijeron que somos, nos reduce (a lo mejor sin quererlo o tal vez a propósito) a fuegos bobos, incapaces de tanta belleza. Porque a él le contaron cosas que a mí no.

Porque nos transforma en Salieris de Salieri, copiones de copiones, incapaces de imitar siquiera, a Mózart o a Charly o a él mismo.

Yo creí que lo admiraba cuando me devolví, hace unos treinta años, aquella frase que escribió y la asenté en la renuncia que le presenté a un tipo que nunca lo leyó ni lo leerá y se le derramó una lágrima frente a mis compañeros: "Perdí muchas cosas en la vida, por el apuro o por la mala suerte, pero con tantas personas perdidas, llorar por las cosas sería como faltarle el respeto al dolor" y así me fui, feliz, de aquel trabajo... Pero en realidad no era así, no lo admiraba.

Si, leíste bien, lo odio, aunque tenga la necesidad abrumadora de volver a leerlo cada tanto, para darme cuenta que me robó mis pensamientos, aún antes de que pasaran por mi mente.

Gustavo

1 comentario:

  1. y yo te odio a vos, Gustavo, por haber escrito lo que me hubiera encantado decir a mí de Galeano!!! Un abrazo

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